miércoles, 1 de julio de 2009

Reflexión Introspección

Como todo hijo nos separamos del padre, intentamos nuestra independencia pero volvemos a él, porque no hay mayor verdad que su existencia, hasta lo más profundo de nosotros, como todo avión volvemos a la pista de aterrizaje, regresamos a reflexionar. Vendrán puntos de mayor separación, donde quedaremos ciegos, a veces colocándonos nosotros mismos la mordaza; en muchos casos soltaremos el bastón, creyéndonos lo más jóvenes, solo para caer en otro error, un pensamiento tan liberal como el de un joven quedó tan el pasado, junto a las hermosas memorias solitarias en el fondo del pozo. Entonces, en un ir y venir quedaremos, al final, con las raíces fijas, volviendo a tomar el bastón, contemplando de nuevo el paso a dar, la flor en el camino, el rostro por ver. Algún día nos daremos cuenta, amigos, que el Hijo y el  Padre, ambos, forman una unión inseparable en nuestro corazón, inseparable más no inalejable. Algún día entonces, veremos que nuestros pasos no fueron nuestros ni de dios, fueron de la vida, de su sandalia y peso, que dejó aquella estela de recuerdos, de sabiduría y experiencias, veremos que quién forja nuestro destino no es un dios, o un hijo, sino nosotros mismos, siguiendo bien o mal, peso o falta de él. Sólo relatividades de la vida, inexactitudes de la naturaleza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario